
Cuando afrontamos una reforma integral, surge una pregunta inevitable: ¿merece la pena conservar algo o mejor empezar desde cero? La respuesta no es tan sencilla. A veces hay elementos con gran valor estético o funcional que pueden restaurarse, mientras que otros es mejor sustituirlos por completo por motivos técnicos o energéticos. En Cocobolo Interiorismo te ayudamos a tomar decisiones sensatas y personalizadas. Aquí te explicamos cómo valorar qué conservar y qué renovar en una reforma integral.
Suelos hidráulicos, vigas de madera, molduras de escayola, puertas antiguas… Son piezas con identidad que pueden convertirse en el alma del nuevo proyecto. Si están en buen estado o pueden restaurarse, es recomendable conservar estos elementos, ya que aportan calidez y originalidad, además de mantener parte de la historia del espacio.
Fontanería, electricidad, calefacción o sistema de climatización… En una reforma integral, renovar las instalaciones es casi obligatorio. Aunque aparentemente funcionen, muchas veces no cumplen la normativa actual o están obsoletas, lo que puede suponer riesgos y un mayor gasto energético. Esta inversión mejora la seguridad y el confort a largo plazo.
Las ventanas antiguas suelen ser responsables de importantes pérdidas de calor o ruido. En la mayoría de los casos, se recomienda sustituirlas por cerramientos con mejor aislamiento térmico y acústico. En cuanto a puertas y armarios empotrados, si son de buena madera, se pueden restaurar, lacar o adaptar al nuevo estilo.
Uno de los objetivos de una reforma integral es optimizar el uso de cada metro cuadrado. Si la distribución actual no se ajusta a tus necesidades (pasillos largos, estancias poco prácticas), es preferible rediseñarla por completo. Solo en algunos casos —como viviendas bien estructuradas— puede tener sentido conservar la distribución existente y actualizar acabados.
Si hay piezas con valor sentimental o bien conservadas, puedes reciclar muebles antiguos y adaptarlos a la nueva estética con un buen trabajo de restauración. Combinar lo antiguo con lo moderno aporta carácter y evita que la reforma parezca un catálogo impersonal.





